Y ella se volvió mi angelito...

Porque hay veces en que las ganas de comer se me van,  en que puedo estar mucho rato jugando con la comida como nena chica...
Pues la verdadera nena chica,  mi ratoncita,  es la que me alienta...  Acaba su comida antes que yo,  se sienta en mi falda y además de ayudarme comiendo un poco,  me da la comida en la boca.
Damos vuelta los roles...
Tenéis que verla,  agarraba el pedazo de pollo con la mano para llevarlo a mi boca.
La inocencia del niño es la cosa más maravillosa del mundo,  a todo le ponen amor y terminan logrando cosas hermosa sin siquiera pensarlo.
Porque este pequeño angelito,  que desde el primer día se ganó mi corazón,  me ha enseñado tantas cosas,  me ha dado fuerza tantas veces que espero de grande poder contarle que con un año le daba de comer a la nena de 20.
Te amo Ratona.

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